Carpe Diem en Manrique, Garcilaso de la Vega y Góngora (Trabajo para clase de literatura)
Casper David Friedrick-Wanderer above the sea
Jorge Manrique habla sobre el Carpe diem en “Coplas por la muerte de su padre” a finales de la Edad Media, Garcilaso de la Vega aborda el tema en “En tanto que de rosa y azucena” durante el Renacimiento y lo mismo hace Luis de Góngora en “Mientras por competir por tu cabello” durante el Barroco. Aunque los temas como el Carpe diem se repiten a lo largo de la literatura, cada autor lo aborda de una manera diferente que refleja las pautas y gustos de su tiempo. Fue el poeta romano Quinto Horacio Flaco, nacido en Roma, en el aňo 65 antes de Cristo, quien estrenó con su poesía el tema de la invitación a gozar de la juventud, o el carpe diem. La frase completa utilizada por Horacio fue “carpe diem quam minimum credula postero” y se puede traducir “aprovecha el día, no confíes en mañana.” Este trabajo se propone comparar las similitudes y diferencias en el abordaje del tema del Carpe diem en las coplas de Manrique y los sonetos de Garcilaso de la Vega y Góngora.
Jorge Manrique (1440-1479) es considerado el último poeta que cierra la Edad Media y comienza una nueva era. Pedraza incluso lo sitúa en un período que llama Prerrenacimiento, una especie de tiempo de transición entre el pasado Medioevo y el Renacimiento italiano. En esta época se respira el espíritu decadente y agonizante del Medioevo a la vez que comienza un redescubrimiento de la Antigüedad clásica y las ideas del incipiente humanismo comienzan a cambiar el tono y la visión del mundo. En España se renueva el interés por los ritos y los ideales caballerescos, los cuales son llevados a la corte como espectáculo y alcanzan notoriedad más allá de la frontera. Este espíritu caballeresco se alimenta además de las constantes batallas de conquista y reconquista en la frontera del reino musulmán de Granada. La exaltación de la fama que se consigue por el esfuerzo personal del individuo, la galería de grandes hombres y la vida terrenal como el camino a una vida mejor después de la muerte son algunos de los temas que ocupan al poeta del Prerrenacimiento y ello se ejemplifica en las “Coplas por la muerte de su padre” que además de abordar estos temas, deviene en el tópico del Carpe diem. Pedraza explica que el poema se ha dividido en tres partes: el tema de la fugacidad de la vida, en segundo lugar el ubi sunt o ¿Dónde están? y la exaltación de las hazañas del héroe Don Rodrigo. Algunos críticos como Cortina han señalado que la obra “posee los rasgos de una elegía heroica” o una “oda renacentista” (XLIII).
Lo cierto es que las “Coplas por la muerte de su padre” hicieron a Manrique merecedor de la fama y el reconocimiento como poeta lírico sencillo. Según Pedraza “el éxito de las Coplas se debe, sin duda a su sencillez expresiva. En ellas no encontramos cultismos extravagantes ni locuciones ininteligibles” (82). Éste es precisamente el gran logro de Manrique, hacer contraste entre la profundidad de los temas y la levedad de la forma. La pérdida de su padre lleva al poeta a reflexionar sobre la fugacidad del tiempo, que de cierta forma también es un tema que abordan Garcilaso y Góngora en sus sonetos, el primero con más mesura y resignación como es de esperar en el Renacimiento; mientras que el segundo contiene el pesimismo del Barroco. Si el tiempo se va tan rápidamente como dicen los poetas, la solución o el mensaje de ellos es Carpe diem, aprovechar el día. Manrique habla en sus coplas sobre la virtud del héroe capaz de superar la muerte si perdura en el recuerdo. Este afán por garantizar la pervivencia de las glorias de los héroes es un rasgo humanista. El humanismo pone al hombre al centro de la historia y florece en realidad con todo su esplendor en el Renacimiento. Sin embargo, desde esta época se comienzan a sentir sus avatares e influencias y por eso es que tantos críticos y estudiosos de la materia sitúan a Manrique en el Prerrenacimiento.
En las coplas el poeta hace una reflexión retrospectiva de lo que fue su vida, recuerda su niñez, su padre rodeado de caballeros, los juegos caballerescos de la corte de Juan II de Castilla, los honores ganados en lucha contra los moros y el ubi sunt se repite una y otra vez cada vez que la voz poética se pregunta qué ha sido de todo ese pasado glorioso:
¿Qué se hizo el rey Don Juan?
Los infantes d’ Aragón
que se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
que de tanta invención
que trajeron? ( 2016-2021)
Nada escapa al paso del tiempo en Manrique, ni en Garcilaso y Góngora como probaremos más adelante. El esplendor de los salones, las fiestas, adornos y vestidos para Manrique son todos productos de la vanidad. El poeta cree que la vida terrenal, con sus placeres y gozos, es pasajera y fugaz. Sin embargo, también cree en la vida eterna y la salvación por la vía de la fe cristiana. En las coplas de Manrique notamos la fugacidad de la vida de la que hablan Garcilaso y Góngora, haciendo una reclamación a vivir la vida con más mesura y moderación, más acorde con Garcilaso de la Vega que con Góngora. Algunos críticos han dicho incluso que el mensaje de sus Coplas lleva implícito un tono moralizante y esperanzador.
Es la vida transitoria
un caminar sin reposo
al olvido;
plazo breve a toda gloria
tiene el tiempo presuroso
concedido…
Y los imperios pasaron
cual una imagen ligera
en el sueňo…
¿A quién la muerte perdona?
Manrique comienza haciendo evocaciones de la historia en orden cronológico, menciona los troyanos, romanos, Juan II, los infantes de Aragón y finalmente el objeto de su obra, su padre. En su eventual reflexión sobre la inevitable fugacidad con la que discurre la vida, concluye que la muerte se lleva a Papas, emperadores y pastores por igual. La pregunta final de Manrique sobre a quién perdona la muerte y cuya respuesta retórica es a nadie, porque todo el mundo acaba muriendo, alude al mensaje de la estrofa final de Góngora, que culmina diciendo que la belleza y juventud se vuelven “polvo, sombra y nada.” De dos formas distintas, Manrique y Góngora están escribiendo que la vida llega a su fin, lo cual conlleva al tema del Carpe diem. Quizás por el hecho de que están más próximos en época, Manrique y Garcilaso de la Vega tienen más afinidades al abordar el tema del Carpe Diem que Góngora. El final calmado de Garcilaso de la Vega, incluso anticlimático considerando que en un comienzo el soneto va a un ritmo más rápido, está acorde con el Renacimiento y se parece más al último verso de las coplas de Manrique que al final impactante de Góngora. El último verso de “En tanto que de rosa y azucena” demuestra que el poeta renacentista no pierde su tono, por muy exaltado que esté cuando culmina su soneto diciendo:
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre. (12-14)
Garcilaso de la Vega (1501-36) pertenece al Renacimiento español que surgió más tarde. El Renacimiento nace en Florencia, Italia, donde da algunos de sus máximos exponentes, Maquiavelo, Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci. De Italia se esparce por toda Europa, incluyendo España, y se refleja en todas las manifestaciones artísticas con el auge del humanismo y el renovado interés por la antigüedad clásica. En el Renacimiento sobresalen la elegancia, el buen gusto y la armonía; todas éstas características notables en el poeta Garcilaso de la Vega que se denomina el máximo exponente español del movimiento.
Garcilaso de la Vega hispanizó el uso del verso de once sílabas, o endecasílabo de moda en las letras italianas pero no en las castellanas, en las que en aquel entonces se escribían versos de ocho sílabas. Este hecho demuestra el interés de Garcilaso por las formas italianas clásicas y prueba su actitud renacentista. En este momento y como bien alude la palabra re-nacimiento, se renueva un interés por los clásicos greco-romanos, de ahí que Garcilaso es el primero en escribir sonetos de once sílabas. En la obra de Garcilaso se ven los dos influjos capitales del Renacimiento español: el petrarquismo y la tradición clásica. El petrarquismo se nota en los cuatro sonetos y la tradición clásica en las tres églogas, dos elegías y la epístola. Garcilaso también trata temas clásicos como el Carpe Diem, que proviene de la poética horaciana. Durante el Renacimiento y hasta nuestros días, Horacio es considerado un clásico que habla sobre el buen gusto y el equilibrio en la literatura. Garcilaso sigue sus pautas.
Según Carreira, “En tanto que de rosa y azucena” es un soneto juvenil en el que el poeta imita al italiano Bernardo Tasso en el tópico horaciano Carpe diem. En éste el poeta presenta el tema del Carpe diem dentro del marco de la belleza femenina, encantadora y sensual de la juventud; tema parecido al de los bailes y la corte en las Coplas de Manrique. Garcilaso se concentra en la fugacidad del tiempo y por ende en la necesidad de aprovechar la juventud. Al igual que el autor de las Coplas dice que la belleza no es eterna y el tiempo inevitablemente lo transforma todo cuando alude a las canas:
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre. (5-11)
La exhortación a vivir el momento que hace Garcilaso de la Vega lleva un tono pausado y mesurado. Su fuerza expresiva es contenida, no transmite una urgencia desesperada como hace Góngora. En “En tanto que de rosa y azucena” no hay una degradación descendente abrupta como en “Mientras por competir con tu cabello”, el ritmo pausado se mantiene hasta el final del soneto, incluso cuando hace referencias a las transformaciones de la belleza y la juventud. El mismo viento que antes esparcía y desordenaba la cabellera de la amada ahora la cubre de nieve, la culminación de lo esperado, que Garcilaso contempla con resignación, sin la desesperación violenta que denota Góngora.
Manrique y Garcilaso de la Vega tienen en común otra característica que no comparten con Góngora, el uso de la naturaleza. Si la literatura y el arte de la Edad Media utiliza poco a la naturaleza como trasfondo; Arce de Vázquez dice que en contraste con sus predecesores los renacentistas volcaron su mirada a la naturaleza con fervor místico: “el paisaje empieza a provocar interés, a ofrecer a la vista regalo y fruición estética” (101). Un ejemplo de ello son estos versos de “Coplas por la muerte de mi padre” de Jorge Manrique:
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e mas chicos,
allegados son iguales. (1860-1869)
En estos versos Manrique compara el paso del río con el de la vida. Si los ríos terminan en la mar, la vida culmina en la muerte. El tono del poeta no deja de ser medido, o contenido como el de Garcilaso, sin revelar el pesimismo de Góngora al abordar el tema. En Manrique el mensaje implícito es que esta vida da paso a la otra que será mejor. “Pero tanto las reflexiones del primer tiempo, como las preguntas del segundo, como todas las estancias del tercero, tienen sólo un objeto: demostrar lo transitorio de los bienes del mundo” (Cortina, XLV). El tema de la fugacidad del tiempo, como previamente se ha mencionado, se puede ver en Garcilaso y Góngora. En referencia a la fugacidad de la vida y el Carpe diem, Arce de Vázquez ha dicho que Garcilaso “sabe del correr inexorable del tiempo, que todo lo muda, y aconseja el goce presente de esa belleza” (30). Según la crítica de la Vega nos da una versión del episodio de Hero y Leandro, el cual para los renacentistas demostraba “no solamente el vivo deseo de aprovechar el placer momentáneo, sino que indica que el aprecio por ese gozo se antepone al de la vida misma” (31). Sin embargo, Garcilaso lo hace de una forma comedida. Si el ritmo de su poema va in crescendo al comienzo, el final como previamente se ha citado es tan cortante, justo y comedido que algunos críticos lo han tildado de anticlimático. Después de decir que tras la juventud y la belleza llegará la vejez “por no hacer mudanza en su costumbre” hay una resignación palpable. De ahí que su llamado a aprovechar el día sea también mas comedido que el de Góngora.
El poeta más reconocido del Barroco aborda el tema del Carpe Diem de forma diferente a la de Manrique y Garcilaso de la Vega. Góngora pertenece a la primera generación barroca (1561-1627). El Barroco español se extiende aproximadamente desde 1580 a 1700 y es conocido como un período de crisis económica, política, social y religiosa. La Armada Invencible es derrotada por Inglaterra (1588) y España deja de ser la primera potencia. Esta situación condiciona la visión del mundo, filosofía y actitud del hombre barroco ante la vida. Se dice que estas circunstancias llevaron a que el hombre barroco se expresase de una forma distinta y con un profundo pesimismo. En el soneto gongorino “Mientras por competir por tu cabello” los signos de puntuación obligan al lector a apresurarse, el ritmo va en in crescendo de acorde con el mensaje del poeta que habla sobre gozar rápido de la juventud y los placeres porque todos llegan a su fin. La palabra sencilla y equilibrada de Garcilaso se cambia por imágenes fuertes y caóticas que prefieren escritores barrocos como Quevedo, Calderón de la Barca y Góngora. De la serenidad y aceptación con la que Garcilaso expresa la condición humana pasamos al caos sin equilibrio del exaltado Góngora.
Garcilaso como buen renacentista idealiza la belleza de la amada, en cuya blanca tez y rubios cabellos se nota la influencia petrarquista típica del Renacimiento. Según Mújica “la imagen poética de la mujer renacentista-con cabello como oro, ojos como zafiros mejillas como rosas, labios y dientes como rubíes y perlas-proviene en gran parte de la poesía amorosa de Petrarca… A diferencia de poetas medievales, los cuales celebraban a la mujer como un símbolo espiritual, Petrarca creó una imagen femenina intima y real” (94). En los sonetos de Garcilaso y Góngora, las descripciones de la mujer corresponden con la imagen que se tiene de ésta en el Renacimiento. La amada de “Mientras por competir por tu cabello” tiene labios color “clavel”, cabello de “oro”, frente de “lilio” y cuello “cristal luciente”. La forma en la que Góngora describe el cuerpo de la amada en partes dispares es la que hace el soneto barroco cuando compara el “cuello, cabello, labio y frente” con “oro, lilio, clavel, cristal luciente” de manera que tergiversa las descripciones que corresponden con cada parte. Después del ritmo rápido del soneto gongorino y muy diferente a la suavidad con que fluye “En tanto que de rosa y azucena”, el final para el poeta no es la vejez como para Garcilaso, sino la muerte. La imagen fuerte y lúgubre que da Góngora al final de su soneto cuando dice que toda la belleza y juventud que ha descrito acabarán “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada” es una prueba de que el Barroco procura conmover las pasiones.
Según Pariente en “Mientras por competir con tu cabello” y otros sonetos gongorinos como “Suspiros tristes, lágrimas cansadas” y “La dulce boca que a gustar convida” el tono amoroso se deteriora y Góngora satiriza la pasión. “La mujer ya no es la diosa reverenciada en los templos que una tibia luz dora, sino la arpía atenta sólo a sus intereses… una sombría decepción sustituye a un frágil entusiasmo, el sarcasmo y la burla ocupan el lugar del amor” (31). En “Mientras por competir con tu cabello” no se ve la mujer arpía, pero si el profundo tono de desencanto y sobretodo el desengaño del Barroco cuando muestra que las cosas que los seres humanos estiman, como la juventud y la belleza, no duran para siempre y la muerte al final es una misma constante.
Orozco dice que Góngora desarrolla este viejo tema con un “emocionado sentimiento.” Como bien apunta Orozco y otros críticos los rasgos más característicos de la lengua gongorina son los neologismos, hipérbatos, acusativos a la griega, prolijidad de períodos, entre otros, siendo el rasgo más característicos de su lengua: “el empleo sistemático y repetidos de los cultismos.” Dentro del cultismo, el hipérbaton es lo más característico. Dámaso cuestiona si “Góngora violentó con sus transposiciones el genio de la lengua” y a qué se le llama “el orden de las palabras” (19). Lo cierto es que el poeta barroco le dio otro ritmo a la lengua, sin mencionar las palabras arcaicas que puso en uso y otras que inventó, las cuales hacen que aunque hable del mismo tema de Garcilaso de la Vega, en este caso el Carpe diem, su soneto suena de forma totalmente diferente, novedoso.
Garcilaso hace una referencia sutil a la muerte cuando dice que “marchitará la rosa el viento helado”, refiriéndose más bien a la vejez, no específicamente a la muerte. Por su parte Góngora anuncia que el final de la belleza y la juventud es la muerte. El tema de la muerte era uno de los predilectos de los pintores y escritores barrocos, quienes retoman esta fascinación un tanto ocultista que había en la Edad Media, como ha quedado demostrado en Las danzas de la muerte tan populares en la época. Si bien para Góngora todo termina con la muerte y lo describe de una forma que impresiona al lector, Garcilaso como buen renacentista no contempla la muerte como algo terrible, más bien habla de la vejez como algo inevitable en un tono de serenidad y aceptación.
Aunque el tema del Carpe Diem es el mismo en las tres obras, las formas en que los poetas abordan el mismo varían de un período literario a otro. En “Coplas por la muerte de mi padre” de Jorge Manrique se da el mensaje de vivir la vida, aprovechando el presente con mesura, contención y medida, igual que en el soneto renacentista “En tanto que de rosa y azucena”. Manrique hace referencias a la vida después de la muerte, a un mundo más duradero que el material y efímero de salones de bailes y vestidos. Garcilaso de la Vega revela serenidad, equilibrio y armonía en su poesía, todas características del Renacimiento. Su soneto culmina en la vejez. Su llamado a aprovechar el presente es calmado. En cambio Góngora presagia el fin permanente, e irremediable de la vida con la llegada de la muerte. El Carpe Diem en “Mientras por competir con tu cabello” es un llamado urgente, casi desesperado antes de que ocurra lo inevitable, la muerte. Es fascinante comprobar que los tres poetas, aunque distintas en las fechas en que vivieron y escribieron tuvieron la misma preocupación por la mortalidad y el paso del tiempo. Góngora en el siglo XVI se cuestiona la misma problemática humana que Jorge Manrique el siglo XV; lo curioso es comprobar que escritores posteriores se han hecho más tarde las mismas preguntas.
Obras citadas
Arce de Vázquez. Garcilaso de la Vega. Río Piedras: Universidad de Puerto Rico, 1961. Print.
Alonso, Dámaso. La Lengua Poética de Góngora. Madrid: Consejo Superior De Investigaciones
Científicas, Patronato "Menéndez Y Pelayo", Instituto "Miguel De Cervantes, 1961. Print.
Luis de Góngora: Antología poética. Madrid: Castalia, 1986. Print.
Manrique, Jorge, and Augusto Cortina. Cancionero. Madrid: Espasa-Calpe, 1960. Print.
Mújica, Bárbara Louise. Texto Y Vida. Fort Worth: Holt, Rinehart, and Winston, 1990. Print.
Orozco, Emilio. Introducción a Góngora. Barcelona: Grijalbo, 1984. Print.
Pariente, Ángel. Góngora. Madrid: Ediciones Júcar, 1982. Print.
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