Monday, May 18, 2009


Por qué nos pasamos la vida huyendo de la lluvía? La evitamos al cobijarnos debajo de los techos "en lo que escampa", o nos tapamos con paraguas, sombrillas, capas, mantas, o lo que tengamos a mano. La lluvía que está inundando hoy Miami y librándola de la sequía, me ha recordado a los niños en Cuba. Los de mi barrio, cuando comenzaba a llover salían de sus casas, saltaban los charcos y se deslizaban por los canales de agua calle abajo. La llegada de la lluvía era un motivo para celebrar en grande. La lluvía equivalía a fiesta. Los muchachos armaban algo que bien merece el nombre de "la fiesta de la lluvía". Todos subían la loma y bajaban acera abajo en carriolas y chibichanas, o se tiraban una y otra vez por los canales de la calle y se echaban agua unos a otros, como si no estuviesen ya lo suficiente mojados. Yo sólo podía mirarlos jugar a través de mi ventana; mi madre no me dejaba salir, "son cosas de varones" explicaba. Ahora que soy grande, como aquel que dice, disfruto de vez en cuando de la lluvía. A veces una persona amable se ofrece a compartir su sombrilla conmigo y yo le respondo "estoy bien, gracias" y me pregunto por qué uno debe huir de la lluvía toda la vida? Me decido y salgo a enfrentarla, a disfrutar de su tibieza.

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