Wednesday, July 08, 2009

Infancia en Cuba


Antes comía guayabas y añoraba manzanas. Ahora como manzanas y añoro guayabas. El otro día estaba comiendo manzana y vívidamente recordé un día lejano en el tiempo y presente en la memoria, en que fuimos a Varadero mi tío, mi prima Yoanna y yo. Recordé que llevábamos municiones para comer cuando nos atacara el hambre en la playa, como mismo hacíamos cuando nos íbamos de campismo. Debajo de una palma y frente a las azulísimas aguas de Varadero, mi prima y yo le dijimos a mi tío que nunca habíamos probado una manzana, mientras degustábamos unas guayabas nacionales. Mi tío, quien había probado manzanas antes del triunfo de la revolución (movimiento que prometió igualdad de riquezas para todo y lo que creó fue pobreza colectiva) nos aseguró que la guayaba era más rica que la manzana. Mi prima y yo insistimos en que queríamos probar manzanas. Mi tío, quien haciendo tremendo esfuerzo nos había llevado a la playa en un camión colectivo, porque en Cuba no había, ni hay un sistema de transporte decente, no nos pudo prometer que nos daría manzanas. Las manzanas sólo estaban a la venta en la shopping (las tiendas para extranjeros) y las vendían en dólares, jamás en moneda nacional. La lista de alimentos básicos como aceite, jabón y demás, siempre era tan larga que nunca alcanzaban los pocos dólares que la familia de Miami nos mandaba para comprar manzanas, u otros lujos como africanas, chocolates, chicles, galletitas María, etc. Hace poco y comiendo manzana, añoré aquellas guayabas cubanas rojísimas por dentro, dulces y ricas, a las que a veces les echábamos sal y me dije que cambiaría mi paquete de cuatro manzanas por una guayaba, pero al menos ahora podía decidir por mí misma. Tío, tú tenías razón, el octogenario gobernante cubano ha obligado ya a demasiadas generaciones de niños cubanos a crecer sin manzanas, leche, superman, coca cola, chicle, MMs, chocolate y todas esas cosas ricas que en Cuba eran inalcanzables, no sólo para los niños, sino para todos.

Recuerdo que mis vecinas y yo nos dedicábamos a crear colecciones de las envolturas de jabón, caramelos, chicles y todos aquellos productos que no vendían en las bodegas por dinero nacional. Mis amigos cubanos me entienden perfectamente cuando nos sentamos a hablar de nuestra infancia en Cuba, todos tenemos en común estas y otras carencias y los mismos muñequitos, Arco Iris musical, las aventuras de Lorenzito, Pocholo y su pandilla, Matojo, El Pidio Valdez, etc.

Tengo fe en que las generaciones futuras de niños cubanos serán más afortunadas, o por lo menos, más libres. Un día estando en un campismo, con nueve u ocho aňos de edad, recuerdo que me quejé de lo mala que estaba la comida y una mujer que trabaja allí me dio un acto de repudio, hablando desde Fidel hasta el esfuerzo que hacía la revolución para darnos aquello. En mi mente infantil yo pensaba que quien cocinaba era una mujer y no un hombre. Ella vive ahora en Hollywood, Florida, con su esposo e hija. Quiero pensar que ya se ha dado cuenta que estaba equivocada. En Cuba era una comunista recalcitrante. Estoy segura que a muchos le hizo lo que a mí, a pesar de que yo era una niña que todavía no pasaba los 10 aňos de edad.

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