Monday, March 22, 2010

¿Qué?


La primera y última vez que fui al Río de la Plata escribí tu nombre en la arena.
Ya no está allí.
Enseguida el agua lo borró.
Yo me pregunto por qué el tiempo no borra tu nombre de mi vida,
como el río hizo con él en la arena.
La vida definitivamente no es como la arena.
La vida tiene sus propias memoria y reloj de arena.
Sus granos no se los lleva el viento.
No se los lleva el mar.
Neruda dijo “es tan corto el amor y tan largo el olvido”.
Era un sabio Neruda.
Yo quisiera preguntarle ¿Qué pasa después?
Después del amor, Neruda, ¿qué?

Me gusta

Me gustan los minutos de calma y silencio,
justo antes de quedarme dormida.
Me gusta caminar por la arena en invierno y verano,
sola, acompañada, en horas del amanecer, o al atarceder.
Para mí siempre es mágico.
Me gusta echarme a mirar las nubes y encandilarme por el sol.
Me gusta meterme en los personajes de las novelas que leo.
Me gusta reflexionar.
Hacer inventario de las personas que quiero y tengo en mi vida,
las cosas que quise y conseguí,
los sueños que sueño y quiero lograr.

No me gusta

No me gusta la gente que no tiene ideas propias,
la gente que no cree firmemente en algo.
No importa que estén bien o mal,
que sean sus ideas grandes o al final resulten baldías.
Ese no es el punto.
El punto es creer en lo que se hace
y hacerlo con ánimo y pasión.
Creer con el corazón que lo que se hace significa algo,
causa algún bien,
toca a alguien,
sirve para algo.
No me gusta la gente que se deja influir con facilidad.
No me gusta la gente que siempre quiere estar sola,
ni la que nunca quiere estar sola.
Ambas me parecen desconfiables.
No me gusta la gente que oculta sus debilidades.
No me gusta la gente que cuenta todo sobre sí.
No me gusta la gente que esquiva las preguntas, o te responde a ellas con oraciones largas que no dicen nada.
No me gusta la gente que se vanaglorea de nunca haberse enamorado.
No me gusta la gente vulgar que quiere que seas igual que ella.
No me gusta la gente fina que desea adoptes sus gustos.
No me gusta la gente religiosa que quiere compartas su religión.
No me gusta la gente que te quiere de amigo en dependencia de cuanto tienes, o cuánto das.
No me gusta la gente que se toma el crédito de logros ajenos que no ayudaron a conseguir.
No me gusta la gente que miente.
No me gusta la gente que no es generosa,
que evita pagar,
que nunca invita,
o nunca da.
Curiosa y sorprendentemente,
he notado que no me alejo de mucha gente que no me gusta.
Por cada cosa que de ellas no me gusta,
como mínimo dos me encantan.
A la gente no hay que aceptarla.
No hay que entenderla.
No hay que cambiarla.
No hay que justificarla.
Sólo amarla.

Sunday, March 07, 2010

Reflexiones sobre el tiempo

Vivimos poco. En términos del tiempo del mundo vivimos poco. Si escuchamos las teorías que hablan de que el auge, desarrollo y muerte de una civilización toma mil aňos, los seres humanos vivimos por una muy breve extensión de tiempo. Un tiempo que NO nos alcanza para en una sola vida humana ver el desarrollo del imperio griego, o el romano, que enterró a tantos hombres que no supieron lo que nosotros sabemos ocurrió al cabo de siglos. Mi generación no correrá con la misma suerte a la hora de saber que nos acabará ocurriendo en 500 aňos.

Vivimos poco y se nos achica aún más el tiempo, si descontamos los días pasados que no recordamos, porque no marcaron un antes y un después en nuestras vidas. ¿Quién recuerda que hizo un 22 de marzo, 6 aňos atrás, o el 3 de septiembre del aňo pasado? Si fue el día que se dio el primer beso con la persona que acabo amando, o el día de un encuentro hermoso, e inesperado, tal vez recuerde esas fechas. Pero esa misma persona pensando en retrospectiva también recordará que son muchos los días que no recuerda porque no tuvieron momentos significativos, trascendentales, o simplemente, lindos y especiales.

Cuando cerremos los ojos para siempre, la vida continuará. Las civilizaciones siguen su curso, fundiéndose y re-fundiéndose. Otros hombres heredan nuestra literatura, monumentos, rascacielos, casas y los parques que otros antes que nosotros también disfrutaron. Después de nuestro paso por ese banco desvencijado, desde el que nos sentamos a mirar el agua, vendrán otros amantes a besarse en él, o amigos a conversar y preguntarse, tal vez, quienes fueron los que grabaron sus nombres en el madero que los sobrevivió.

He leído que cuando uno muere, justo antes de cerrar los ojos, le pasan por la mente flashes, como fotografías de determinados momentos. De contra que en comparación al tiempo del mundo, vivimos poco, nuestra corta vida de un promedio de 80, o 110 aňos queda reducida a flashes, a un puñado de recuerdos. ¿Cuáles recuerdos te vendrán a tí a la mente? ¿Nunca te lo has preguntado? Yo creo que sólo cuando llegamos al final de lo vivido podemos definir qué fue lo más importante. Algunos recordarán el día que un viaje en autobús le cambió la vida. Otros volverán a su infancia. Tal vez volverán al día en que felices empinaron papalotes por el barrio.