Angel y Vigilio
Angel y Vigilio son amigos desde tercer grado. Ahora tienen 80 y 83 aňos de edad respectivamente. No recuerdan si coincidieron en la misma clase de primaria porque uno empezó la escuela antes de tiempo, o si fue el segundo quien repitió algún grado. Sólo tienen claro que se hicieron amigos desde aquel entonces y varios matrimonios, un exilio, hijos, nietos y muchos bisnietos después, se siguen considerando mejores amigos.
Una pareja de señores vestidos de negro se acerca ahora a Vigilio para darle el pésame. La señora se ve muy elegante con su collar de perlas blancas. Yo no sé si lo logro pero evito poner la cara que en estos momentos ella está poniendo. Es la misma cara que todo el mundo pone cuando le va a hablar al doliente sobre la muerte de su ser querido. No sé si lo logro, pero al menos yo trato. Si nadie siente la pérdida de un ser querido como la persona que estaba más cerca de éste, ¿por qué la gente se empeña en hablar como si conociesen mejor que nadie al fallecido? Yo me limito mucho porque me digo que no hay palabra que mitigue el dolor que esa persona sentirá en la soledad de la noche, cuando intente asimilar el peso de la ausencia definitiva del ser querido que ha perdido. La pareja de negro se aleja.
Al poco rato, el nieto de Vigilio le trae un café con leche. Siguen acercándose personas a saludarlo; hablan con él un ratico, le dan un apretón de manos, se alejan, se acercan otros, una muchacha le da un beso en la frente y la nuera le trae una manta porque Vigilio dice tener frío. Todos vienen y van; Angel no se mueve del lado de su amigo. Yo acerco una silla para sentarme junto a ellos y conversamos por un rato. Siempre he disfrutado infinitamente hablar con personas mayores. Esta vez no es la excepción.
Angel me dice que soy muy bonita y el hombre que se case conmigo será muy afortunado. Esto me provoca una risa que tengo que disimular considerando que estoy en un velorio. Entonces pasamos a hablar sobre cosas más profundas y cuando le pregunto a Vigilio cuál es el secreto para llevar 44 aňos de casado, me responde: “Bajar la voz cuando mi mujer la alzaba y subir la voz cuando mi mujer la bajaba”.
Vigilio se levanta con la ayuda de dos personas para ir al baño y su amigo Angel me dice mientras lo ve alejarse: “La vida es eso. Es muy dura. Muy dura. ¿Tú sabes lo que es perder a tu compañera de toda una vida? Cuarenta y cuatro aňos es toda una vida. Una cosa como ésta a esta edad y en su situación de salud no hay quien la soporte.”
Angel se está refiriendo a que muy probablemente Vigilio no tardará en reencontrarse con su amada. Yo también sé de varios casos que cuando llevan muchos aňos juntos y muere uno de los dos, al poco tiempo se va el que quedó atrás. La idea de Angel no me parece nada descabellada. Me recuerda a la novela “El amor en los tiempos del cólera” aunque no hay nada más novelesco que la realidad de la vida misma. Aunque a veces no se sepa si la realidad imita la ficion, o viceversa, porque la vida contada en novelas parece mágica y hasta irreal. Inevitablemente me pregunto entonces cómo será mi generación cuando llegue a la edad de Angel y Vigilio y pienso en los hombres del siglo XXI y cómo pasados los treinta aňos no quieren casarse, más bien les aterra la idea y muchas mujeres hablan tantas pestes como ellos sobre el matrimonio. Dudo entonces que muchos de los nacidos después de los setenta pasen como Vigilio de los cuarenta aňos de matrimonio. Ojalá me equivoque. Ojalá abunden los Vigilios y Delias en este mundo del siglo XXI, con tanto Internet, celular, facebook, mensajes de texto, happy hours, boy’s and girls’ nights out y tantos etceteras.
Una pareja de señores vestidos de negro se acerca ahora a Vigilio para darle el pésame. La señora se ve muy elegante con su collar de perlas blancas. Yo no sé si lo logro pero evito poner la cara que en estos momentos ella está poniendo. Es la misma cara que todo el mundo pone cuando le va a hablar al doliente sobre la muerte de su ser querido. No sé si lo logro, pero al menos yo trato. Si nadie siente la pérdida de un ser querido como la persona que estaba más cerca de éste, ¿por qué la gente se empeña en hablar como si conociesen mejor que nadie al fallecido? Yo me limito mucho porque me digo que no hay palabra que mitigue el dolor que esa persona sentirá en la soledad de la noche, cuando intente asimilar el peso de la ausencia definitiva del ser querido que ha perdido. La pareja de negro se aleja.
Al poco rato, el nieto de Vigilio le trae un café con leche. Siguen acercándose personas a saludarlo; hablan con él un ratico, le dan un apretón de manos, se alejan, se acercan otros, una muchacha le da un beso en la frente y la nuera le trae una manta porque Vigilio dice tener frío. Todos vienen y van; Angel no se mueve del lado de su amigo. Yo acerco una silla para sentarme junto a ellos y conversamos por un rato. Siempre he disfrutado infinitamente hablar con personas mayores. Esta vez no es la excepción.
Angel me dice que soy muy bonita y el hombre que se case conmigo será muy afortunado. Esto me provoca una risa que tengo que disimular considerando que estoy en un velorio. Entonces pasamos a hablar sobre cosas más profundas y cuando le pregunto a Vigilio cuál es el secreto para llevar 44 aňos de casado, me responde: “Bajar la voz cuando mi mujer la alzaba y subir la voz cuando mi mujer la bajaba”.
Vigilio se levanta con la ayuda de dos personas para ir al baño y su amigo Angel me dice mientras lo ve alejarse: “La vida es eso. Es muy dura. Muy dura. ¿Tú sabes lo que es perder a tu compañera de toda una vida? Cuarenta y cuatro aňos es toda una vida. Una cosa como ésta a esta edad y en su situación de salud no hay quien la soporte.”
Angel se está refiriendo a que muy probablemente Vigilio no tardará en reencontrarse con su amada. Yo también sé de varios casos que cuando llevan muchos aňos juntos y muere uno de los dos, al poco tiempo se va el que quedó atrás. La idea de Angel no me parece nada descabellada. Me recuerda a la novela “El amor en los tiempos del cólera” aunque no hay nada más novelesco que la realidad de la vida misma. Aunque a veces no se sepa si la realidad imita la ficion, o viceversa, porque la vida contada en novelas parece mágica y hasta irreal. Inevitablemente me pregunto entonces cómo será mi generación cuando llegue a la edad de Angel y Vigilio y pienso en los hombres del siglo XXI y cómo pasados los treinta aňos no quieren casarse, más bien les aterra la idea y muchas mujeres hablan tantas pestes como ellos sobre el matrimonio. Dudo entonces que muchos de los nacidos después de los setenta pasen como Vigilio de los cuarenta aňos de matrimonio. Ojalá me equivoque. Ojalá abunden los Vigilios y Delias en este mundo del siglo XXI, con tanto Internet, celular, facebook, mensajes de texto, happy hours, boy’s and girls’ nights out y tantos etceteras.