Reportar no siempre resulta fácil; por ejemplo, hoy por poco me muerde un perro
Y la gente que se cree y me dice que salir en la televisión es glamuroso. Vaya que cuando paso por los edificios en construcción y veo a los constructores laborando, me fascina más que nunca lo que hago. Me hubiese gustado saber diseñar edificios, me digo, pero construirlos bajo el sol de Miami me parece de héroe. Ahora trabajar como reportera tampoco es lo más fácil y pasivo de este mundo. Hoy, por ejemplo, me pegué el susto de la vida, por poco me muerde un perro. Ya sé que es relativamente normal porque muchas personas han pasado por lo mismo, etc, etc, etc, pero ése no habia sido mi caso y cuando las cosas no le pasan a uno, carecen de importancia (aunque no querramos admitirlo).
Para mis reportajes de las seis y treinta de la tarde y las ocho de la noche, entrevistaba hoy a un economista hiper culto, un señor encantador, uno de mis expertos predilectos, cuando repentinamente un perro grande, de cabeza negra y manchas blancas y negras en el resto del cuerpo interrumpió la entrevista que efectuábamos a la entrada de su casa. El canino parecía haber venido de chismoso, a ver que hacíamos. Fuimos ingenuos al creerlo inofensivo.
El economista, un señor bien entrado en años, me pidió que tocase la puerta de su vecino y le preguntase si el perro era suyo. El creía haberlo visto en esa casa. Yo, debiendo haber dicho profesor ya terminé mi entrevista y me debo ir, sacando de un modo dimplomático mis narices de los asuntos ajenos, le toqué la puerta al vecino para anunciarle que su mascota había huido y molestaba en la casa del profesor..
De repente, escuché al profesor gritando: Ahí viene el perro. Ahí viene.- Y el perro que inicialmente estaba frente a la puerto del economista echó a correr dos casas mas abajo, donde habíamos ido a preguntar y ahora corría en línea recta hacía mí. El profesor estaba en la calle. Yo, en la puerta de la casa, tocando el timbre, no tenía escape. En ese momento pensé en subirme arriba de un carro. Lo intenté, era más difíci de lo que inicialmente parecía. Qué hacer? El perro dobló como un lince la esquina, echó a correr ladrándome y aunque me escondí detrás de los carros y le di la espalda, tratando de irme lo más rápido posible, el canino me seguía. Yo no sabía qué hacer.
Para mis reportajes de las seis y treinta de la tarde y las ocho de la noche, entrevistaba hoy a un economista hiper culto, un señor encantador, uno de mis expertos predilectos, cuando repentinamente un perro grande, de cabeza negra y manchas blancas y negras en el resto del cuerpo interrumpió la entrevista que efectuábamos a la entrada de su casa. El canino parecía haber venido de chismoso, a ver que hacíamos. Fuimos ingenuos al creerlo inofensivo.
El economista, un señor bien entrado en años, me pidió que tocase la puerta de su vecino y le preguntase si el perro era suyo. El creía haberlo visto en esa casa. Yo, debiendo haber dicho profesor ya terminé mi entrevista y me debo ir, sacando de un modo dimplomático mis narices de los asuntos ajenos, le toqué la puerta al vecino para anunciarle que su mascota había huido y molestaba en la casa del profesor..
De repente, escuché al profesor gritando: Ahí viene el perro. Ahí viene.- Y el perro que inicialmente estaba frente a la puerto del economista echó a correr dos casas mas abajo, donde habíamos ido a preguntar y ahora corría en línea recta hacía mí. El profesor estaba en la calle. Yo, en la puerta de la casa, tocando el timbre, no tenía escape. En ese momento pensé en subirme arriba de un carro. Lo intenté, era más difíci de lo que inicialmente parecía. Qué hacer? El perro dobló como un lince la esquina, echó a correr ladrándome y aunque me escondí detrás de los carros y le di la espalda, tratando de irme lo más rápido posible, el canino me seguía. Yo no sabía qué hacer.
Se me mezclaron todos los conocimientos populares que mi cabeza atontada no podía procesar. Que si te debes quedar quieta y dejar que el animal te huela, no, no, eso son los osos, o no se que otro animal. Que si era mejor correr a toda prisa pero entonces me caería atrás más afán y yo no llegaría muy lejos llevando tacones. No había leído en ningún lugar qué hacer en casos así. Esto no me lo enseñaron en la escuela de periodismo, me dije y cuando uno está en la calle, haciendo un reportaje, cualquier cosa puede pasar. Traté de rezar pero no me daba tiempo, ni a concentrarme en el grito, menos a recordar el Ave María. No sabía cómo reaccionar. Creo que le dije "ya" varias veces al animal. El nunca me hizo caso. En eso salió la dueña de la casa, pidiéndome disculpas y pidiéndole al perro que guardase silencio. Creo que me hubiese devorado si se llega a tardar dos minutos más.
Trás el incidente el economista no cesaba de preguntarme si no me había pasado nada. Mi camarógrafo se rió todo el viaje de regreso al canal. Me dijo que eso me pasaba por metida, por no saber decir que no, por querer ser una hija de la Caridad (hace poco habíamos hecho una historia sobre esas monjitas y me acusaba de querer ayudar a todo el mundo como ellas) y mil cosas más. Me dijo que cada vez que se acordaba de mis gritos y el sonido de mis tacones no podía aguantar las carcajadas.
Yo, me quedé pensando que uno definitivamente no podía predecir cómo reaccionaría bajo circunstancias desconocidas. Que las personas con fobias a los perros debían tener sus motivos, porque yo frente a uno de ellos me había sentido vulnerable, e indefensa. Quién me hubiese dicho eso a mí? Amante y defensora número uno de los perros. Pensé que ni papá, mi mamá, mi novio, mi montón de amigos, ni demás seres queridos, estaban allí para ayudarme, o defenderme y así pasa en la mayoría de los momentos difíciles, estamos y debemos enfrentarlos solos. A su vez, eso es bueno, porque nos sirve para aprender y crecer.
Al margen de tanta filosofía y lecciones aprendidas, trás la persecucion de un perro que por poco me entierra los colmillos, ahora me río sola de lo ocurrido porque antes del susto, el economista y yo hablábamos sobre la quiebra de Lehman Brothers, la compra de Merrill Lynch y las repercusiones que tendrá la crisis economica en la gente de a pie, sin imaginar que tanta conversación importante se volvería gritos, carreras, nervios, adrenalina, pocos minutos después.
Yo, me quedé pensando que uno definitivamente no podía predecir cómo reaccionaría bajo circunstancias desconocidas. Que las personas con fobias a los perros debían tener sus motivos, porque yo frente a uno de ellos me había sentido vulnerable, e indefensa. Quién me hubiese dicho eso a mí? Amante y defensora número uno de los perros. Pensé que ni papá, mi mamá, mi novio, mi montón de amigos, ni demás seres queridos, estaban allí para ayudarme, o defenderme y así pasa en la mayoría de los momentos difíciles, estamos y debemos enfrentarlos solos. A su vez, eso es bueno, porque nos sirve para aprender y crecer.
Al margen de tanta filosofía y lecciones aprendidas, trás la persecucion de un perro que por poco me entierra los colmillos, ahora me río sola de lo ocurrido porque antes del susto, el economista y yo hablábamos sobre la quiebra de Lehman Brothers, la compra de Merrill Lynch y las repercusiones que tendrá la crisis economica en la gente de a pie, sin imaginar que tanta conversación importante se volvería gritos, carreras, nervios, adrenalina, pocos minutos después.